No faltaba mucho para que iniciara la Cuaresma, cuando un nuevo ministro de la Iniciación cristiana se me acercó. Se notaba agitado hasta para hablar. Por fin, me dijo que había visto que los escrutinios serían el tercero, cuarto y quinto domingos de Cuaresma, para los que iban a ser bautizados y confirmados, y que recibirían la Primera Comunión en la Vigilia Pascual. Le preocupaba que aquellos a los que llamamos elegidos, o escogidos, iban a ser interrogados durante la misa delante de toda la asamblea.
Le agradecí su preocupación y le dije que los tres escrutinios son parte del proceso de Iniciación cristiana y no un proceso judicial, como el que vemos en cortes y tribunales.
Los escrutinios se formaron en el lenguaje de la oración litúrgica. En el escrutinio, los que se preparan para el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía en la Vigilia Pascual, se arrodillan en tanto que el presidente de la asamblea ora sobre ellos, pidiendo a Dios fortaleza y auxilio para vivir más claramente el amor de Dios.
En esta ocasión, se les invita a que, con la ayuda de Dios, se alejen del pecado y del mal. El rito establece:
Los escrutinios tienen por objeto el descubrir y posteriormente el sanar todo aquello que es débil, defectuoso o pecaminoso en los corazones de los elegidos; y resaltar y luego fortalecer todo lo que es recto, fuerte y bueno.
Los escrutinios se celebran a fin de librar a los elegidos del poder del pecado y de Satanás, de protegerlos contra la tentación, y de darles fuerza en Cristo, quien es el camino, la verdad, y la vida.
Los escrutinios se celebran a fin de librar a los elegidos del poder del pecado y de Satanás, de protegerlos contra la tentación, y de darles fuerza en Cristo, quien es el camino, la verdad, y la vida. Estos ritos, por lo tanto, deben ayudar a la conversión total de los elegidos y a profundizar su resolución de mantenerse estrechamente unidos a Cristo y de proseguir con mayor decisión en su esfuerzo por amar a Dios sobre todas las cosas (Rito de la Iniciación Cristiana de adultos, RICA). Volver del pecado y del mal al amor de Dios no sucede en un instante. Más bien, los elegidos necesitan orar y recibir apoyo en sus esfuerzos para volverse al amor de Dios y poder resistir al pecado y al mal. Los escrutinios tienen por objeto sanar o curar. Los beneficios de los escrutinios son prominentes.
Los escrutinios son para sanar lo defectuoso y fortalecer lo bueno. Primero, porque ocurren en el contexto de la asamblea litúrgica. El elegido viene a ser parte de la vida de oración ya establecida en la Iglesia, aprendiendo (o como dijo el Papa Benedicto XVI
atinadamente, “siendo instruidos”) en los modos como la Iglesia ora, vive y respira.
En segundo lugar, la iglesia local reunida, ora por los elegidos. En oración, se les imponen las manos, sugiriendo que la Iglesia no sólo solicita la fuerza y la asistencia de Dios, sino que la Iglesia misma ha de ser signo y presencia de fortaleza, especialmente cuando se encara un proceso. Es un contacto sanador.
En tercer lugar, la Iglesia entera tiene la oportunidad de considerar sus necesidades y solicitar la ayuda de Dios para sanar y fortalecerse. Los elegidos no son los únicos que necesitan la ayuda de Dios. Cada persona en la asamblea necesita volverse a Dios en su lucha contra el pecado y el mal. Al participar en los escrutinios, siendo parte de la asamblea, hemos de examinar nuestra “escolaridad” en lo que respecta el amor a Dios. Todos los discípulos cristianos necesitan examinar continuamente su apertura a participar en el amor de Dios.
Este rito busca testificar la “habilidad” (orante) que se necesita para vivir a diario, que es en lo que consiste el discipulado cristiano: el amor de Dios en medio del pecado y el mal.