La Iglesia es un lugar sagrado, reservado para el culto a Dios. El Santísimo Sacramento está en el tabernáculo y Su Presencia Real requiere de nosotros la mayor reverencia. Es por eso que, aunque no se esté celebrando la Santa Misa, el ambiente en la iglesia debe conducir a la oración y el respeto a Dios.
No es que la casa de Dios sea un lugar sombrío y severo pero tampoco es lugar para diversión ni para andar a las anchas. Es mas bien un lugar sagrado, diferente a todos los demás. ¡Es casa de oración! No es necesaria la rigidez, pero no se debe andar como en el parque o en un centro comercial. Toda nuestra actitud debe reflejar nuestra fe en la Presencia de Cristo.
Tenemos la obligación moral de reflexionar sobre nuestro propio comportamiento y enseñar a nuestros hijos. Los sacerdotes y los encargados de formación deben igualmente enseñar el respeto debido en la iglesia.
Algunas reglas:
En la Iglesia: Prohibidos chicles, comidas y bebidas. Vestir decorosamente. Evitar escotes y vestidos provocativos; evitar jeans, pantalones apretados, shorts, camisetas. Mantener el teléfono (mobil) apagado. Nunca utilizarlo en la iglesia. Persignarse con agua bendita al entrar. Nos recuerda nuestro bautismo y borra los pecados veniales Hacer genuflexión ante el sagrario (tocar el suelo con la rodilla derecha) Guardar silencio por respeto, para facilitar el recogimiento y la oración. Evite conversaciones y cualquier distracción.
En la misa: Saber cuándo sentarse, arrodillarse y pararse. Participar en las oraciones y los cantos. Cuidar de no hacer ruido con los reclinatorios al levantarlos y bajarlos. Sentarse con postura decorosa. No acostarse en los bancos. Enseñar a los niños a comportarse. No correr por la Iglesia.
Para comulgar: Es necesario practicar la fe católica y estar en gracia de Dios para ir a comulgar. Respetar la hora del ayuno. En la fila estar recogidos en oración y no andar saludando.
El descuido del respeto, orden y decoro hacia las cosas de Dios ocurre si nos dejamos llevar por lo que el mundo considera importante y "normal". Pero Dios exige a los suyos una forma nueva de vivir y comportarse. El hecho de que Dios es Nuestro Padre y que nos ama infinitamente no se opone a la necesidad de rendirle adoración y gloria y manifestar sumo respeto en la Iglesia. Recordemos con que celo defendió Jesús el respeto que debemos tener a la casa de Dios (Cf. Mt. 21,13).