No, the title of this series of articles is not a reference to the famous line from the James Bond movies... Well, okay, it kind of is. But only as a play on words with a point to it!
Here’s the point: many of the challenges we see before us – in our world, in the Church, in our personal lives – threaten to shake us into resentment or fear. Yet God's desire is to stir us to greater passion, generosity, and service.
One of the most powerful ways the Holy Spirit stirs us is gratitude. When we recognize all the good we’ve been given by God, it moves us; it stirs our hearts to be grateful. And deep, authentic gratitude in turn moves our hearts to generosity in living for God and others.
You might have heard of the famous prayer of St. Ignatius of Loyola that begins, “Take Lord, and receive…” It’s a powerful prayer of generous offering of all of myself and all I possess to God, to direct it all according to his will. It’s a prayer Pope Benedict once said to a group of Jesuits “he almost dare not say.”
Here's the thing, though: in the context of the Spiritual Exercises of St. Ignatius, one makes that generous offering at the end of either a month of silent prayer or many months of praying an hour a day, all focused on reflecting deeply on how much God has offered of himself for us in the life, death, and resurrection of Jesus.
In other words, our generosity is a response that’s stirred up in us by the Holy Spirit as we recognize the generosity of God toward us. My existence and all I have and possess is gift from my Creator. The more I see that, the more it becomes a joy to offer it all back for God and others.
In the next few weeks here, I’m going to take us through some of the reflections St. Ignatius suggests leading up to making that offering prayer. Come with me on a journey that can move us from being shaken by the challenges of life, to being stirred to profound gratitude and joyful generosity!
Praying to be stirred with you,
Fr. Phil Hurley, S.J.
Pastor
¿Por qué “Vibrante no Desasosegado” como título de este serie de artículos?
Muchos de los desafíos que vivimos a diario – en nuestro mundo, en la Iglesia, en nuestra vida personal – nos dejan desasosegados con resentimiento, temor, incertidumbre. Sin embargo, el deseo de Dios es que nuestras vidas vibren con una mayor pasión, generosidad y servicio.
Una de las formas más poderosas con que el Espíritu Santo hace vibrar nuestros corazones es la gratitud. Cuando reconocemos todo el bien que Dios nos ha dado y conmueve nuestros corazones para estar agradecidos. Y una profunda y auténtica gratitud a su vez hace vibrar nuestros corazones a la generosidad al vivir para Dios y para los demás.
Es posible que hayas oído hablar de la famosa oración de San Ignacio de Loyola que comienza: "Toma, Señor, y recibe ..." Es una oración poderosa de generosa ofrenda de todo lo que soy y todo lo que poseo para Dios, para dirigir todo de acuerdo a su voluntad. Es una oración que el Papa Benedicto dijo una vez a un grupo de jesuitas "casi no me atrevo a decir."
Sin embargo, dense cuenta: en el contexto de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, uno hace esa generosa ofrenda al final de un mes de oración silenciosa, o de muchos meses de una hora de oración diaria, todo enfocado en reflexionar profundamente sobre cuánto Dios nos ha dado de sí mismo con la vida, muerte y resurrección de Jesús.
En otras palabras, nuestra generosidad es una respuesta que el Espíritu Santo hace vibrar en el corazón cuando reconocemos la generosidad de Dios para con nosotros. Mi existencia y todo lo que tengo y poseo es un regalo de mi Creador. Cuanto más veo eso, más se vuelve una alegría ofrecerlo todo de regreso a Dios y a los demás ...
En las próximas semanas en este espacio, voy a llevarlos a través de algunas de las reflexiones que San Ignacio sugiere antes de hacer esa ofrenda de oración. ¡Ven conmigo en un viaje que puede transformarnos del desasosiego ante los desafíos de la vida, hacia una vida vibrante de profunda gratitud y generosidad gozosa!
Orando para lograr una vida vibrante junto con Ustedes,
P. Felipe Hurley, S.J.
Párroco